El segundo encuentro estuvo dedicado a la reflexión conjunta sobre el espacio expositivo y su relación con los proyectos de los demás agentes: ¿cómo fue el diseño y la articulación del espacio de ni arte ni educación?
El colectivo Madstock responsable de la propuesta espacial busco nuevos materiales, nuevas formas de utilizarlos y nuevos planteamientos expositivos, como las cintas slacklines que tuvieron una presencia imponente a lo largo de la sala hilvanando transversalmente las propuestas de los diferentes agentes.
¿Cómo influyó todo este planteamiento en el público? ¿Consiguió el espacio expositivo generar nuevas formas de usar, habitar y participar? Partíamos de la necesidad de evitar que ni arte ni educación fuese una exposición al uso: pretendíamos generar un espacio vivo y salimos de lo que es la exposición como mausolemo. Por eso, en ni arte ni educación co-existían diferentes capas espaciales: una sala abierta a encuentros de diferentes colectivos, una exposición con dispositivos pedagógicos de arte contemporáneo pero también un espacio lúdico y familiar.
Había público que venía a disfrutar del espacio, a «estar» en la exposición, y para los que las obras presentadas eran un elemento secundario. Los sábados y domingo por ejemplo, eran momentos de familias, momentos de «me siento y ojeo un libro», momentos photocall selfie para compartir en redes.